Nunca renunciemos a crear empresas ‘con alma’ Yeidy Ramírez, CEO de DEXTER Global Finance
Hay decisiones que, como empresarias, trascienden con mucho la parte material de nuestro negocio. Y probablemente son mucho más relevantes y tienen muchas más repercusiones en el funcionamiento de nuestras compañías. Son aquéllas vinculadas con la responsabilidad y con la ética -incluso con los valores-, y que corren, por consiguiente, al margen de la cuenta de resultados.
Éste es el contexto en el que entiendo que debe enmarcarse el ‘liderazgo de servicio’, y así veo que queda reflejado en las magníficas páginas de este volumen que resulta tremendamente enriquecedor: no sólo para directivos o profesionales autónomos sino para el público en general, para todo aquel que aspira a acercarse a los retos que hoy afronta, en todas sus dimensiones, el mundo de la empresa.
No hay firma que opere en el mercado, independientemente del sector productivo, para la que no se haya convertido en un desafío la responsabilidad social corporativa. Y me atrevo a decir que no hay un líder, independientemente de su estilo (puede haber, en realidad, tantos como personas), que no se centre cada día más -en el mundo en que nos ha tocado vivir- en capacitar y apoyar a los demás, en lugar de buscar principalmente cotas de poder omniabarcantes o el control personal de todos los espacios a su alcance.
Tal vez no somos enteramente conscientes de ello, pero en nuestro quehacer cotidiano, si nos detenemos a reflexionar, vemos que sólo volcándonos sobre las necesidades de los miembros de nuestro equipo somos capaces de crear un entorno en el que el conjunto puede prosperar, crecer y, en última instancia, contribuir al éxito general -en el medio y el largo plazo- de la organización.
Comparto otra de las ideas que recorren transversalmente estas páginas, que vienen y van, que aparecen incluso de perfil. Y la comparto porque es una de las máximas que he intentado aplicar invariablemente desde hace más de veinte años: las empresas han de tener alma. No entendida ésta simplemente como personalidad, sino como carácter rabiosamente humano. Porque incluso quienes, como en mi experiencia -en el mundo financiero- hacemos constantemente enormes inversiones en nuevas tecnologías, y ahora en programas de inteligencia artificial y ‘big data’, no podemos olvidar que las empresas las hacen las personas.
Hay otro aspecto que queda ligado igualmente al ‘liderazgo de servicio’ y que aflora de frente en este espléndido volumen. El ‘líder servidor’ se ocupa y se preocupa de la salud mental de los suyos, hace hincapié en procesos de cooperación, de colaboración, asociativos… y pone el foco y en lo alto el propio bienestar emocional de quienes integran su plantilla.
No. Por supuesto que no creo que esta actitud se tome (al menos desde luego en mi caso) porque redunda en un mejor rendimiento y en una mayor productividad de la organización (cosa por cierto que sucede). Se trata de algo que tiene que nacer del interior, que tiene que estar en la inclinación, en la vocación, en el ‘ser’ que tiene la responsabilidad de guiar el proyecto de terceros y, por tanto, en cierto modo el deber de que éstos se sientan valorados, apoyados y animados a desarrollarse en todas sus facetas profesionales.
Nunca podemos perder de vista el objetivo innegociable de cualquier empresa: el ánimo de lucro, la presentación de un balance siempre en números verdes, nunca en números rojos. Pero no podemos omitir, incluso en un mercado general cada día más competitivo, más interconectado, que los valores nos hacen más fuertes: la creación de una cultura de confianza, de compromiso, puede hacer a las empresas imbatibles. Y siempre he tenido la íntima convicción de que esos valores se reflejan en una firma en su doble dimensión: intramuros, en el propio ambiente de trabajo; y extramuros, proyectándose ampliamente sobre la sociedad y dejando huella.
También ésa es una reflexión que está muy viva en las voces tan cualificadas que con su testimonio forman parte de esta obra: la empresa está cada día más mirada; su prestigio y su reputación juegan un papel esencial para entender su crecimiento y, por ende, el líder ha de estar, más y más, ‘a la altura’.
Nunca me he considerado en posición, probablemente por una cuestión de carácter personal, de dar lecciones a mis semejantes. Pero sí creo modestamente que hay tendencias que siempre podemos y debemos mejorar: una escucha más activa a los demás, una actitud más empática en términos de perspectivas… y hasta de sentimientos; un enfoque de gestión más horizontal y, desde luego, una determinación para crear vínculos y conexiones más fuertes entre las personas que de nosotros dependen.
Nunca renunciemos a crear empresas ‘con alma’, y nunca pasemos por alto que, en general en la vida, por muy importante y valioso que sea un jugador, ninguno llega a ser tan bueno como todo un equipo compacto, unido… y altamente motivado.